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Weblog dedicado al mundo del cine, tanto clásico como actual. De Billy Wilder a Uwe Boll, de Ed Wood a Stanley Kubrick, sin distinciones. Pasen, vean y, esperemos, disfruten. Si no es así, recuerden que NO han pagado entrada.
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BAILANDO CON SERPIENTES




He tenido una idea, pero para ello necesito vuestra participación (porque se que "estáis ahiii " -como diría la niña de Poltergeist). Creo que nosotros mucho hablar, pero en realidad el cine es imágen, y no estaría nada mal que de vez en cuando pusiéramos escenas que, por una razón u otra, han pasado a la historia del cine, y si os parece bien, ¿con cuanta frecuencia ? ¿cada quince días? un mes?
Para empezar, este antológico baile de Abierto hasta el amanecer, que dedico a mi compañero Marcbranches... si consigue que pare de caerle baba al teclado del ordenador.Ándele, Salmita!

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EN BUSCA DEL HADA PERDIDA





No es la mejor de Spielberg, no es la peor de Spielberg; no es la mejor de Kubrick, no es la peor de Kubrik, y sin embargo Inteligencia Artifical tiene muchos puntos de interés.
Estos dos directores se unieron para hacer un proyecto, en el que estaban trabajando hace tiempo, pero la muerte de Kubrik impidió que pudiera dirigirlo, de modo que Spielberg se puso detrás de la cámara, pero respetando la película tal como la habría hecho Kubrik.
El hijo de un matrimonio cae enfermo, sin saber si podrá recuperarse. La madre , Monica, entra en un estado de depresión, y su marido decide comprar un nuevo tipo de robot: de apariencia totalmente humana, como la de un niño; si se le lee una serie de palabras determinadas, se activa un mecanismo que hace que sea capaz de sentir. La madre, al principio, se siente horrorizada por la idea, pero finalmente acabará leyendo las instrucciones. A partir de ese momento David (Haley Joel Osment )se comportará como un niño totalmente normal, cariñoso y obediente, haciendo que el matrimonio vuelva a ser feliz. Pero el hijo saldrá del coma y se recuperará, volviendo a casa. Entonces empezará una especie de rivalidad entre los dos niños por ver quien consigue el cariño de los padres, siempre con malos resultados para David, como cuando decide comer o cuando queda hundido en la piscina; porque ahora David ya no hace falta, es una máquina que sobra y decidirán deshacerse de él, abandonándole.
Desde ese momento, David , que no comprende lo que está pasando, tan sólo tendrá una idea en su mente: encontrar al Hada Azul para que le convierta en un niño de verdad, tal y como escuchó en un cuento que explicó su madre, ya que cree que así le aceptarán.
Durante su viaje encontrará a Gigolo Joe (Jude Law), un “meca” fabricado para el sexo (¿cuando se van a decidir de una puñetera vez a construirlos en serie? Mi reino por un G- Joe!). La principal diferencia entre ellos es que Joe sabe que es un robot, y David, aunque lo sabe, se siente como un niño de verdad. Una frase de Joe está casi a la altura del famoso monólogo de Blade Runner:
“Nos hicieron demasiado inteligentes, demasiado rápidos, y demasiados. Sufrimos por los errores que hicieron porque cuando llegue el fin, todo lo que quedará seremos nosotros. Por eso nos odian”
David descubrirá la Feria de la Carne, donde van a parar los robots rotos, y la crueldad con que los tratan los humanos y también irá a Rouge, una ciudad increible, en la que el Dr. Know le pondrá sobre la pista para encontrar al Hada Azul, siempre sin separarse de su fiel osito de peluche Teddy,(su Pepito Grillo particular), que al final tendrá un papel decisivo.
Haley Joel Osment está sencillamente impresionante, aguantando todo el peso de la película con su mirada, de una manera conmovedora y Jude Law también está estupendo (bueno, eso es algo que salta a la vista)
Lo que mas se ha criticado de la película es el final, ya que en realidad parece como si tuviera varios finales distintos: cuando David cae al agua, después de haberse encontrado con su creador (William Hurt) sería uno, ya que como todo niño, cree que es único y especial, y al ver al resto de Davids fabricados en serie no puede soportarlo; otro es cuando encuentra al Hada Azul y otro es cuando, finalmente, se reúne con Mónica, y tras pasar un dia perfecto, decide desconectarse para dormir. La verdad es que cada uno puede elegir el final que prefiera, pero sea cual sea la historia sigue siendo muy triste y el uso que se hace el cuento de Pinocho es precioso
Para terminar, como hay gente que sabe explicar las cosas mejor que yo, aquí tenéis un enlace muy interesante en el que se profundiza mas sobre la película.

A propósito, Marcbranches, lo de mejorar el ambiente... como no usemos Ambi Pur...
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MI REINO POR UN ASCENSO



O, mejor dicho, mi apartamento por un ascenso. O, mejor todavía, por una ascensorista...

Antes de nada, quisiera proclamar este artículo como Post Oficial de Peloteo a la Insigne Alice la Directrice (le encanta Billy Wilder), escrito con los desinteresados objetivos de estrechar lazos con mi superior, contribuir a una positiva armonía de grupo y, ya de paso y sin que me importe mucho, paga extra de Navidad. Y una cestita de ídem. Y vacaciones pagadas (si puede ser, en las Islas Mauricio). Y plaza de parking. Y dos huevos duros. Pero vamos, lo más importante es lo de la armonía grupal y eso. Akoki.

El apartamento”, de Billy Wilder. Lo primero sería preguntarse por el género al que pertenece la película. Todo el mundo coincide en denominarla comedia, pero, ¿es realmente así? En cualquier caso, nos encontraríamos ante una comedia amarga, ante la performance de un payaso triste. Porque, en esta película, si Jack Lemmon es la comedia, Shirley MacLaine es el melodrama. El argumento no tiene demasiada complicación: un ratón de oficina arribista, C.C. “Buddy” Baxter, enérgicamente interpretado por Lemmon, se ha hecho popular entre los jefes (casados) de su empresa por prestarles su apartamento como picadero para sus aventurillas. Su ansia de promoción es tan grande que es capaz de quedarse muerto de frío en la puerta esperando que acaben la faena y que le devuelvan la llave. Un día esta actividad “extraoficial” llega a oídos de uno de los grandes jefazos, el señor Jeff Sheldrake (un entonado Fred McMurray), que, por supuesto, le pide la llave de marras. Ascenso inmediato. El pequeño problema es que la aventura del sr. Sheldrake es la ascensorista (¿qué te preguntaban en la entrevista laboral para ser ascensorista? ¿”Dime los números del 1 al 25 en orden correcto, de arriba abajo y viceversa”? ¿Alguien conoce un ascensorista?) Fran Kubelik (Shirley MacLaine), por la que C.C. siente un especial interés desde hace algún tiempo. Esto hará replantearse a “Buddy-boy” sus prioridades...

Dicen que es la película de Wilder que más satisfecho le dejó. Desde luego, no sería nada descabellado. El film es más ambicioso de lo que parece: trata, y lo consigue, de trascender la aparente intrascendencia habitual del género de la comedia. La salpica de elementos románticos y de tintes amargos, y sale, no sólo indemne (lo que ya sería un triunfo para los comediógrafos de baja intensidad del cine de hoy en día), sino imperialmente triunfador del reto. De entre la caterva de virtudes de la película podríamos empezar por el diseño de producción, con esa oficina inabarcable que permite a Wilder ejercitar con el concepto llamado “profundidad de campo”; esa oficina (que, en realidad, no era ni mucho menos tan enorme como parecía: el decorador y director artístico Alex Trauner creó esa ilusión a través de ir poniendo escritorios cada vez más pequeños a medida que se alejaba del primer plano, hasta llegar a un fondo dibujado. Vive le perspective) ha sido punto-referencia para directores e incluso profesores de cine de todas las épocas (¿akesí, Terry Gilliam?). El propio concepto de oficina-putiferio, que tantas críticas le conllevó a Wilder en el momento del estreno por el sector de la crítica más puritano, hizo que gran cantidad de gente llamara al director austriaco para felicitarle por “decir la verdad” de lo que pasa en esos antros de perversión llamados oficinas... Como en todo filme de Wilder, el ritmo es ágil y constante, y los diálogos son punzantes y acerados, pero más amargos de lo habitual. En especial todos los que pasan por la boca de Fran Kubelik, una mujer de carácter que tiene, en mi opinión, las mejores frases del guión (“Si estás con un hombre casado, no debes ponerte rimmel”, dice llorosa en una discusión con Jeff), lo que nos da idea de cuál es la intención de Wilder al respecto de esta película; la MacLaine acompaña perfectamente a tío Billy en su cometido. Es curioso, por otra parte, el retrato del personaje de Jack Lemmon. Es un pelota redomado, con facilidad para mentir, un pobre hombre empeñado en caerle bien a todo el mundo y obsesionado con subir de piso (laboralmente hablando) y tener oficina con su nombre y una felicitación de Navidad del jefe. No parece ser el típico héroe de moral integral, aunque siempre estamos convencidos de que, ni que sea en el fondo, una buena persona. Pero es significativo comprobar cómo Wilder retrata este gris mundillo laboral en el que no salva a nadie, quizás con la excepción de Fran, a la que de todos modos tampoco le importa demasiado romper un matrimonio...

En resumidas cuentas, una obra maestra con margen cero de discusión, con un final, además, elegantemente acorde con el tono del film. Esa partida de cartas demorada, muy probable metáfora de otro acto conjunto pelín más lúbrico. Una metáfora que, por cierto, me suena de algo... ¿Dónde habré visto yo algo similar? Aunque diría que era una partida de tres...
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DEMASIADO CALOR




“Hace calor, hace calor” dice la canción de Los Rodriguez. Las altas temperaturas alteran el comportamiento de la gente, y si no que se lo pregunten a los protagonistas de esta película.
Fuego en el cuerpo fue la primera película como director de Lawrence Kasdan, que anteriormente había trabajado como guionista, y la verdad es que no pudo empezar mejor.
Homenajeando al cine negro de los años 50, con su obligada femme fatale por enmedio, Kasdan actualiza la historia , y como los tiempos han cambiado, si antes las famosas femmes siempre acababan mal (el cine negro siempre fue mas bien machista), aquí la mujer acaba ganando, y si una de las claves de las femmes fatales del cine negro era su fuerte carga sexual, que entonces sólo podía ser sugerida, Kasdan aquí nos la muestra en todo su esplendor, con cuerpos de escándalo como los de Kathleen Turner y William Hurt
La sensación de calor que da la película es agobiante y contagiosa : gente sudorosa, ventiladores...., a la que se añadirá otro calor, el que sienten los protagonistas. Ted Danson y Mickey Rourke hacen de secundarios, como aliciente añadido.
Pero vayamos a la historia: En uno de los veranos mas calurosos que se recuerdan en Florida, Ned (William Hurt); un abogado que tiene una cierta fijación por las chicas con uniforme, conoce a una mujer fascinante, Matty, (la maravillosa Kathleen); ella está casada y le rechaza, pero tras una escena de fuerte tensión erótica (cada uno a un lado de una puerta de cristal, mirándose), acaba entregándose a el. A partir de entonces no podrán estar el uno sin el otro, por lo que el marido de ella se convertirá en un estorbo (con gente así los abogados divorcistas se irían al paro); aunque al principio Ned se resiste a las sugerencias de Matty de matarlo, acabará cediendo . Sus amigos desde el primer momento no pararán de aconsejarle que no se fíe de Matty y que la deje, pero él la desea demasiado. Asesinarán al esposo, pero las cosas no saldrán como se esperaban... o al menos tal y como se esperaba Ned. Cuando finalmente descubra el maquiavélico plan de Matty, ya será demasiado tarde.
Estupendos William Hurt y Kathleen Turner, que rebosan química y física por los cuatro costados. Años mas tarde, Kasdan volvió a juntarlos en El turista accidental, en el que interpretaban a una pareja a años luz de la anterior
Se nota que Kasdan había sigo guionista, los diálogos son buenos, cortantes, directos como un puñetazo a la mandíbula, como en los buenos tiempos del cine negro:
“-No deberias llevar esa ropa"
-¿Por qué?. Sólo es una blusa y una falda.
- Entonces no deberias llevar ese cuerpo“;

"-Necesito que me cuiden. Alguien que se ocupe de mí. Que masajee mis músculos, que alise mis sábanas.
—Cásate.
—Lo necesito sólo por esta noche."

; en realidad ninguno de los dos protagonistas son unos santitos, tan sólo actúan movidos por la lujuria o la codicia, dentro del estilo de Perdición o El cartero siempre llama dos veces.
Como en el fondo soy una romántica, tengo la impresión que esa Matty que acaba sola tomando el sol en la playa echa de menos a Ned, aunque no fuera el primero en su lista de prioridades, pero ya se sabe que donde hubo fuego... (y ellos lo tuvieron como para tener ocupados a todo un cuerpo de bomberos) , además, hacían tan buena pareja !
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SINFONÍA EN EL PALACIO DE HIELO



¿Qué piensa la gente, en general, del cine francés? No hablo de la Insigne Comunidad Cinéfila, esa a la que pertenecemos unos cuantos de los que participamos y leemos en este blog, y que nos permite observar a la ignorante plebe por encima de nuestro gafapastoso hombro. Me refiero, precisamente, a ese vulgo. Preguntadle a alguno de esos amigos que sólo van al cine para ver el blockbuster de turno qué opina del cine que hacen nuestros adorables vecinos. Muy probablemente utilizarán adjetivos y expresiones como “lentas”, “nunca pasa nada”, “las francesas están muy buenas”, “aburridas”, “se me hacen larguísimas”, “no tienen argumento”, “son muy raras”, “esos gabachos de m...”, etc. Puesto que me apetece provocarles un poquito, vamos a hablar de una película que cumple con muchos de esos requisitos. O no.

Un corazón en invierno” es una película de 1992 dirigida por Claude Sautet e interpretada extraordinariamente por Daniel Auteuil y Emmanuelle Béart, en la que el ya casi setentón, en aquella época, director francés da una lección magistral de cómo transmitir emociones, sentimientos, luces y sombras a través de nimios detalles y miradas. La historia casi minimalista (“no tienen argumento”) de un minusválido sentimental, Stephane, incapaz de reconocer un mínimo sentimiento por algo o alguien que no sea la música. El film se inicia con unos primeros cinco minutos en los que una voz en off, la de Stephane, explica la rutina habitual de su trabajo (restaurador de instrumentos musicales) y su relación con su jefe Maxime (un adecuadísimo André Dussollier), un tipo seguro de sí mismo, triunfador, elegante, al cual Stephane admira. Incluso le deja ganar en sus amistosos partidos de squash, cautivado por la competitividad de su compañero. Luego de esos cinco minutos, deja de haber voz en off y se pasa a la historia en sí: Sautet se pasa por el forro de sus vergüenzas los estándares narrativos (“son muy raras”) y, como es un maestro venerable, la voz en off la pone donde a él le va bien, y punto-pelota-de-basket-tamaño-gasol. Entra en liza el desencadenante del melodrama, Camille, la nueva novia de Maxime, una hermosísima (“las francesas están muy buenas”) violinista que hechiza a nuestro hierático Stephane... aunque no nos da ni una sola pista de ello. A partir de aquí, la historia es extremadamente simple (“nunca pasa nada”): hay un sutil flirteo entre los dos, Stephane no se atreve a mostrar sus sentimientos y rechaza a Camille, Maxime se da cuenta pero se comporta con la elegancia que le caracteriza, y al final... las vidas de todos se agitan y se resitúan. Hasta aquí el argumento del film. Hay muy poco más. Excepto.

Excepto que hay mucho más. Sautet da un curso acelerado de cómo se construye una película de personajes (“aburrida”). Podríamos enumerar la catarata de miradas, gestos, silencios y minúsculos detalles que expresan todos los sentimientos, dudas y contradicciones de dichos personajes. En particular de uno: Stephane. El título y el leit motiv del filme están dedicados a él. Un tipo más que introvertido, estoico; ha resistido durante su vida los envites de esas debilidades llamadas emociones (ojo a la manera que tiene de definir sus relaciones con las personas, en sus distintas conversaciones: Stephane las “aprecia”, “se entiende” con ellas, “se complementa” con ellas. Llega a negar una amistad con Maxime... Encima que te da trabajo y te deja perder al squash, desagradecido...). Alguien que reafirma su convencimiento de la inutilidad del amor cada vez que ve a su antiguo profesor peleándose con su mujer de continuo. Que sólo se permite emocionarse con la música porque la música, dice, “es un sueño”. Alguien que, de repente, ve trastocados sus esquemas por una mujer, aunque jamás permitirá que nadie lo perciba. Claro que Maxime es lo suficientemente inteligente para darse cuenta de lo que pasa, atando un par de cabos. Daniel Auteuil no mueve un músculo de su cara en toda la película (Edward James Olmos fue descartado en el casting por histriónico), ni falta que le hace: los diálogos transmiten perfectamente su sociopatía. La gran ganadora es, sin embargo, la que luego fue su mujer durante dos años (suertudo), Emmanuelle Béart. La colección de exiguas miradas de la actriz francesa durante esta película es asombrosa, la mayoría coqueteando o retando a Stephane; así como la escena en la que Camille revienta y le monta un número como Dios manda en el restaurante (tacos e invectivas incluidos, las buenas maneras y la contención al carajo, y nunca mejor dicho). Finalmente el infeliz restaurador iniciará un cambio de ruta profesional, pero no sentimental: la última escena, con Stephan solo en la cafetería, es definitiva.

Bueno, lo de “gabachos de m...” no sé dónde encajarlo... pero estoy seguro de que cualquier francófobo que me esté leyendo sabrá dónde aplicarla. Au revoir.
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EL PASTOR DE NIRO



El próximo 22 de diciembre se estrena en EU al cuadrado la segunda película como director de tito Bobby, “The good shepherd”, en la que nos contará la fundación y los inicios de esa organización llamada CIA que tantos kilómetros de celuloide ha ocupado. De Niro regresa a una temática muy conocida por él (esos años con Marty, snif, no volverán), a la que probablemente añadirá un toque de pausa y reflexión, como ya hizo en su anterior y muy estimable película, “Una historia del Bronx”. Tito Bobby tiene de tonto lo que Aznar de oportuno, y rodea a sus guaprotagonistas (Matt Damon y Angelina Jolie) de secundarios impagables: John Turturro, Joe Pesci, Alec Baldwin, Michael Gambon, William Hurt, Timothy Hutton... Aparte de himself, claro... Así cualquiera. Diría que promete.

Ah, y felicidades a Pedro, que hoy cumple xxxxxxxx y siete años...

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¡PAREN ROTATIVAS, SOY WALTER BURNS!




Primera plana es una obra que ha tenido varias versiones; una con Adolphe Menjou y Pat O’Brien, The front page , otra del mismo título con Jack Lemmon y Walter Matthau, hasta hay una adaptación al mundo de la televisión con Kathleen Turner y Cristopher Reeve llamada Interferencias... Pero para mi la mejor adaptación es la de Howard Hawks, Luna nueva, aunque hay quien prefiera la de Billy Wilder.
Hawks decidió que la historia ganaba si el personaje de Hildy era mujer en lugar de hombre, con lo que su rivalidad con Walter Burns tenía nuevos matices y todo se llevaba su terreno favorito: la guerra de sexos; mujeres muy echadas p’alante, ganando normalmente el terreno al hombre, que no sabe como reaccionar ante esta nueva situación.
Hildy (Rosalind Russell) es una periodista que sabe ser tan dura como un hombre (como toda heroina de Hawks que se precie), pero está cansada de ir siempre detrás de la noticia, y quiere llevar una tranquila vida de ama de casa con un aburrido agente de seguros, Bruce (un deliciosamente paleto Ralph Bellamy) . El problema es cuando se lo explique a su ex-marido y ex-jefe, Walter Burns (Cary Grant), que es un auténtico y grandísimo hijo de su madre, capaz de mentir y manipular a quien sea, y como no quiere perder a su mejor periodista (¿ o tal vez no quiere perder a su mujer? bueno, conociéndole la primera opción es la más importante), recurrirá a toda una serie de engaños para que se quede; no dudará en robar al novio de su mujer, darle dinero falsificado, hacer que le metan en la cárcel, o que metan en la cárcel a la futura suegra de Hildy.... todo eso en una sola noche.
El único, insuperable e inimitable Cary está en su salsa haciendo de sinverguenza irresistible, ya que ese tipo de papeles le van como anillo al dedo ( descripción de él que da Bruce : “ Me gusta. Tiene mucho encanto “; respuesta de Hildy: “ Bueno, le viene de familia, su abuelo era una serpiente “) y Rosalind Russell consigue estar a su nivel, sin dejarse avasallar . La complicidad que hay entre ellos es total, y es una delicia ver la manera en que ella asume la manera de ser de Walter, sabiendo qué puede esperar de él.
En esta comedia a ritmo endiablado de ametralladora, marcado por las conversaciones telefónicas (el tercer protagonista en importancia de la película es el teléfono), se tratan temas como la pena de muerte, la corrupción política o el sensacionalismo de los periódicos, como si tal cosa, sin dejar respirar al espectador.
Finalmente Hildy comprenderá que lo suyo no es estar en casa con un delantal y cambiando pañales, sino donde esté la acción, escribiendo la noticia.... y para eso no hay mejor compañía que Walter... aunque no consigan ir a las cataratas del Niagara..
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FAMILIA



Desde hace unos años estamos viviendo un fuerte auge del género documental en las carteleras. Cada vez se estrenan más documentales en salas de cine, poco a poco van invadiendo los palmareses de los festivales y el público, curiosamente, responde. Aún será verdad que los reportajes de animalitos de La 2 los ve todo el mundo... El caso es que cosas como “Super size me”o “Lost in La Mancha” (o en el perímetro hispánico, “Balseros”, “En construcción” o “Cineastas contra magnates”) encuentran su lugar entre los piratas caribeños de turno, aunque sólo sea para sobrevivir con dignidad en salas de V.O. Este mini-boom lo inició, sin ningún género de dudas, el egocéntrico, narcisista, polémico, demagogo, arrojado y aplastantemente necesario Michael Moore, desde “Roger & me” a “Farenheit 9/11”, con su definitivo punto de despegue en ese “Bowling for Columbine” que pasará a la historia, tanto por su calidad intrínseca como por el “speech” incendiario de Moore en la entrega de los Oscars (“Shame on you, Mr. Bush, shame on you”). Con todos estos datos, no nos queda otra que hablar de...

Capturing the Friedmans”. No sé si es el mejor documental de toda esta manada, pero si no lo es, se le acerca. Y el caso es que nace por casualidad. Andrew Jarecki tenía la intención de realizar un documental sobre payasos de cumpleaños de Nueva York (vaya peñazo de tema, todo hay que decirlo... ¿Qué preguntas de interés le puedes hacer a un payaso de cumpleaños? “¿La flor del ojal expulsa agua envasada o del grifo?” “¿Qué número de zapato gastas? ¿Un 76 y medio?”). Con ese objetivo va a buscar al que es considerado el mejor profesional del ramo. David Friedman. Y al ir profundizando durante la entrevista en aspectos personales, hablando de su padre, David se va derrumbando y florece la auténtica historia; reconoce que tiene una enorme cantidad de videos caseros, muchos de ellos realizados por él mismo, y los pone a disposición de Jarecki. A este se le ilumina la bombilla y, a partir de estos videos y de algunas cintas de audio, pergeña un extraordinario, desasosegante y habilísimo documento el cual nos deja abotargados en la butaca, con un montón de preguntas de índole sociológica e incluso filosófica sin responder. Nos hace cuestionarnos muchas cosas, tabúes incluidos; por tanto, nos hace más sabios.

Un poquito de contexto, por favor. En 1983 explotó en los Yuesei el “caso McMartin”, en el que una madre (luego declarada esquizofrénica) acusó a Virginia McMartin y a seis maestros más de una guardería de L.A. de abusar sexualmente de su hijo de dos años y medio. El caso acabó sobreseyéndose, pero su cobertura mediática fue equiparable al de O.J. Simpson, y el juicio fue el más costoso y largo hasta el momento de la justicia norteamericana (por descontado, hay TV-movie: “El caso McMartin”, con James Woods y las hoy olvidadas Mercedes Ruehl y Lolita Davidovich). El caso desató una histeria colectiva en USA, los maestros de guardería eran vistos como demonios sodomitas... En este ambiente, Arnold y Jesse Friedman tenían todas las de perder. Arnold, el padre, es detenido en 1984 por supuestas violaciones y abusos en sus clases de informática para críos; su hijo Jesse, de 18 años, también es arrestado poco después con similares cargos. El documental nos muestra cómo el caso presenta una serie de inconsistencias y caminos torcidos debido a la fuerte presión de los medios y la comunidad-bien-aposentada-americana; en un paralelismo con el caso anteriormente citado, se nos abre la posibilidad de que los niños fueran inducidos a confesar abusos inexistentes para así obtener la cabeza (de turco) de los Friedman. No hay duda de que Arnold es un pedófilo; el primer paso hacia su detención es una extensa colección de revistas de jovencitos que guarda en su estudio, y él mismo admite haber tenido relaciones con niños con anterioridad (aunque nunca reconoce los hechos imputados en el caso). La escena en la cárcel, durante una entrevista, que relata el abogado de Jesse, pone los pelos de punta: Arnold le pide que cambien de mesa, porque está viendo un crío de cinco años sentarse en las rodillas de su padre y se está excitando... Sin embargo, el papel de Jesse en todo esto es mucho más difuso, y Jarecki apunta la posibilidad de que sea un mártir. He dicho apunta, porque el director nunca se posiciona definitivamente, simplemente observa, cuestiona, critica: no nos dará el gustazo de darnos la solución definitiva, sino que deja las preguntas sobre la mesa, y nos permite sacar nuestras propias conclusiones. Esto en lo que se refiere a la vertiente, llamémosle, jurídica del caso. Pero hay otra línea de investigación (parezco Angel Acebes) abierta por Jarecki...

Los Friedman son una aparentemente normal familia judía americana que, de repente, se desintegra al albor de la aberración de su páter. Esta es la típica definición de la situación que probablemente se haría en los medios durante la época. Andrew Jarecki nos demuestra, a través de las grabaciones de video y las entrevistas con algunos de los actores principales, que era una familia disfuncional desde el inicio: el padre y sus tres hijos eran, como bien lo define Elaine (la madre), “una banda en la que ella no tenía cabida”. En los vídeos que recogen las discusiones familiares se observan las paranoias, los reproches engullidos hasta entonces por la rutina, la desconfianza. La familia era mentira. Es muy significativo el papel pasivo de Arnold, el padre y el principal acusado, en las riñas familiares: son los hijos, en particular David (que vive aún, en el hoy en día del documental, en la absoluta negación de los hechos, como claramente se nos demuestra en las entrevistas), quienes acribillan a broncas a Elaine. ¿Era Arnold consciente de su culpa? Una pregunta, como tantas otras, sin respuesta.

“Capturing the Friedmans” nos obliga a cuestionarlo todo: la justicia, la sociedad, los medios de comunicación, la familia... El final del documental, con Jesse saliendo de la cárcel al cumplir condena, y reuniéndose con su madre, no evita que todos nos interroguemos si, en definitiva, existe la verdad absoluta. Y si existe, si tenemos alguna mínima posibilidad de conocerla.
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ASCENSOR DE BROOKLYN AL INFIERNO




Pocas películas han mezclado el cine negro con el género de terror, y encima que lo consigan con buen resultado aún menos. El corazón del ángel es una de esas excepciones, juntar Fausto con Philip Marlowe puede parecer descabellado, pero la mezcla funciona perfectamente.
Harry Angel (Mickey Rourke), un detective, es contratado por Louis Chypre (Robert de Niro) , un hombre de fuertes creencias religiosas, (el juego de palabras de su nombre no se descubre hasta el final) para encontrar a un hombre, Johnny Favorite, ya que no cumplió un pacto con él hace años, pero la investigación de Harry lo único que dejará es un rastro de muertos en muy extrañas circunstancias; parece ser que esa persona no quiere ser encontrada.
Alan Parker nos lleva a una Nueva Orleans (donde podía ser, sino?) con sus funerales con bandas de jazz, y sitios donde todavía se practica el vudú. Una atmósfera agobiante, en la que tienen una importancia decisiva los ascensores y los ventiladores, nos llevarán al lento viaje de Harry hasta los infiernos (es recomendable aguantar los títulos de crédito hasta el final).
Mickey Rourke está estupendo en su papel de antihéroe, dejado y confundido, que tiene respuestas para todo diciendo que es de Brooklyn, con unos kilos de mas, lejano de su imagen de mito erótico de Nueve semanas y media, que acabará dudando de su propia identidad; estremecedor gritando “ Yo se quien soy!”.Una de sus mejores interpretaciones.
Robert de Niro nos regala con uno de los mejores demonios de la historia del cine: refinado, con melena recogida , bastón y uñas largas; tan sólo por su forma de pelar y comer un huevo ya resulta inquietante (el huevo es considerado el alma en algunas culturas, ergo...). Un papel sumamente fácil para alguien como él, pero que sabe hacer curiosamente contenido(si olvidamos el detallito sin importancia de los ojos del final)
Estando su satánica majestad por en medio, sabemos que la historia no puede acabar bien, ya que siempre hace cumplir sus contratos (y es que siempre hay que leer la letra menuda, mira que lo tengo dicho!)
Lisa Bonet interpreta a Epiphany, una seguidora del culto vudú; a causa de su escena erótico-sangrienta con Mickey Rourke, fue despedida por su padre televisivo, Bill Cosby (dicen que al ver la escena empalideció tanto que le confundieron con Michael Jackson); y la siempre elegante Charlotte Rampling pone su nota de distinción y misterio.
El sorprendente final hará que toda la historia de golpe se vuelva mucho mas inquietante y que todo cobre un nuevo significado ¿Cuanto dicen que pesa el alma? ¿21 gramos? Pues alguien acaba perdiendo peso en esta película sin haber tomado Biomanán.
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UNA ACTITUD CON VAQUEROS



“Me llamaron gallina”.

Esa es la excusa que Jim Stark, el personaje que interpreta James Dean en “Rebelde sin causa”, aduce para enmarañarse en una pelea a navajas con el chulobarrio in péctore de su nuevo instituto, Buzz Gunderson (Corey Allen) . Esa frase, en el contexto adecuado, explica en gran parte el personaje que interpreta Dean, alfa y omega del estimable film de Nicholas Ray que barnizó al actor americano de color púrpura-leyenda. La película se estrenó un 3 de octubre. James Byron Dean había fallecido en un accidente de coche el 30 de septiembre. Murió un actor, nació un mito (y miles de anuncios de jeans). Vamos a hablar de ambas cosas.

“Rebelde sin causa” es un melodrama cosecha 1955 que, en su época, resultó un acontecimiento que sobrepasó los límites puramente cinematográficos para apoltronarse en la más ambiciosa definición de “fenómeno generacional”. Eran otros tiempos, y la juventud no era, glups, tan diferente de la de ahora. Procedían de una sociedad, la americana-años cincuenta, enraizada en la bonanza económica de postguerra y una democracia estabilizada; por tanto, en principio sin muchas cosas por las que luchar (siempre que fueras blanco, claro...) . Sin embargo, una rabia incomprendida (=“sin causa”, ¿comenzáis a pillarlo?) comienza a percibirse en el ambiente (contra) cultural: la generación "beat", el "rock´n´roll" (bibap-pulula/chis-mai-bei-bi) , y unas cuantas películas que, de manera insólitamente urgente, describen este estado de excepción: “¡Salvaje!” (con Marlon Brando... quien en 1947 hizo una audición para un proyecto llamado... “Rebelde sin causa”. El proyecto se “retrasó” un poco, pero sabían lo que hacían) , “Semilla de maldad”, “Picnic”, “Al este del Edén” (con un protagonista llamado, todos a coro,... James Dean) , y, la más popular e idiosincrásica, “Rebelde sin causa”. Desde un punto de vista exclusivamente cinematográfico, la película es una muestra de la maestría técnica de Nicholas Ray; en ese sentido, es irreprochable. La utilización del formato Cinemascope de Ray es, sencillamente, asombrosa; dicha pericia se observa ya desde los títulos de crédito sobre James Dean, tirado en el suelo y con una turca marca “Sue Ellen”, aprovechando al máximo el formato; pasando por toda la escena de la comisaría (la cual, por cierto, parece una consulta de psicólogo. El comi trata a todos los chavales que pasan por su oficina con un tacto y un buenrrollismo de lo más, digamos, inverosímil. Nicky-Ray, reconócelo, no pisaste una comisaría en tu vida) o las de la casa vacía. El guión es también destacable, dividido en tres cristalinas set-pieces (dios, parezco Mirito Torreiro) : el citado inicio en el cuartelillo, en el que se conocen los tres personajes principales de la historia; el segundo acto (al que podríamos subtitular “A todo gas: la precuela”) , con la carrera suicida de coches y el fallecimiento de Buzz; y el acto final, con esa simulación de familia feliz a la que juegan Jim, Judy (Natalie Wood) y “Plato” Crawford (Sal Mineo) en la casa vacía y que acaba en tragedia. Jim acaba el film dando un primer paso hacia la madurez y reencontrándose con su hasta entonces odiado padre; la frase que abre el artículo define a la perfección lo que Jim no quiere ser: el pusilánime padre incapaz de tomar una decisión o de discutir nada a la madre castradora. En cuanto a las interpretaciones, señalemos que James Dean hace una interpretación sobresaliente a pesar de cierto histrionismo puntual (el propio JD reconoció que “jamás volvería a dar tanto de sí mismo”. No sabía cuánta razón tenía...) ; tanto Natalie Wood como el sorprendente Sal Mineo realizan unas actuaciones muy al uso del melodrama de aquella época, con moderada afectación. Ambos estuvieron nominados para tito Oscar (curiosamente, Dean no: de hecho, la única de sus tres películas por la cual no estuvo nominado) . Para cerrar el análisis del film propiamente dicho habría que resaltar que la cinta no ha envejecido bien, y que se ha visto superada, al menos en cuanto al tratamiento propiamente dicho del conflicto generacional e incluso de la imagen general del film (diálogos, dibujo de personajes, etc.) . Vamos, que vista hoy en día parece más pasada de moda que un dueto entre Billy Ocean y Martika. Sin embargo...

Sin embargo, las consecuencias de la película, su mensaje y, en particular, del fallecimiento de JD se arrastran hasta hoy en día. De repente, todos querían ser James Dean. Se vendieron miles de camisetas iguales a la que usaba JD en gran parte de la película (Ronaldinho no le hubiese hecho ni sombra en ese aspecto) , todos querían ser como él, de aspecto y maneras varoniles e incluso pelín chulescas, pero con un fondo sensible e inconformista que sentaba de mil maravillas a la adolescencia de los cincuenta. El primer metrosexual de la Historia, vamos. Su inesperada y repentina muerte hizo el resto: dejó de ser un proyecto de Monty Clift para sobrepasarle por la derecha (a él y a todos, incluyendo a Brando) y convertirse en un icono transgeneracional. Hay, aún hoy en día, cienes y cienes de habitaciones de adolescentes (y no tan adolescentes) adornadas con pósters de James Dean.

Para cerrar post, os invito a que hagáis recuento mental de a cuántos actores les han pegado la etiqueta de “nuevo James Dean”. La lista es más larga de lo que parece. Y si no, empezad por la P de Luke Perry...
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LA LEY DE ALMODOVAR




Se que hay gente a quien no le gusta esta película, e incluso que a algunas les da asco, y es que Almódovar no deja indiferente: o te gusta o lo odias ; pero para mi La ley del deseo sigue siendo mi favorita, aunque no tenga la perfección técnica de Hable con ella o Todo sobre mi madre, pero a cambio tiene una pasión de las que ellas carecen.
La verdad es que cuando vi Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón la encontré malísima, Laberinto de pasiones me divirtió, sin mas ("Gran ganga, gran granga... soy de Teherán" -que tiempos-); en Entre tinieblas empecé a descubrir que tras toda esa fachada de movida madrileña provocadora había algo mucho mas profundo, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? fue una gran sorpresa, Matador el comienzo del flechazo y con La ley del deseo la confirmación total .
En esta película Pedro pone toda la carne en el asador, ya desde el impactante comienzo; vemos lo que ha estado viendo Antonio (Antonio Banderas), y le ha dejado tan impresionado que se obsesiona con el director de la película que acaba de ver, hasta el punto de querer cambiar su orientación sexual e intentará convertirse en el “hombre ideal” de Pablo (Eusebio Poncela).
Y aquí es donde entra Pablo en acción; él vive con Juan (Miguel Molina), y está enamorado de él, aunque su pareja no parece tenerlo tan claro y se va fuera una temporada.
En ese momento es cuando Antonio y Pablo se conocerán y habrá sexo entre ellos... pero Pablo no olvida a Juan, a pesar de todos los esfuerzos de Antonio por gustarle y complacerle, y es que el deseo sigue sus propias reglas. De modo que Antonio matará a Juan, y a partir de entonces empezará una enrevesada investigación policíaca en la que se verá implicada, sin quererlo, Pablo.
El principal defecto de las primeras películas de Pedro era que tenían demasiadas historias secundarias que no se relacionaban demasiado bien con la principal, haciendo que ésta perdiera interés; aquí eso ya no sucede.
Si Almodóvar siempre ha sido un buen director de actores, en La ley del deseo consiguió dos de las mejores interpretaciones de dos de sus actores fetiche: Carmen Maura y Antonio Banderas.
El personaje de Carmen Maura, Tina, un transexual, hermano de Pablo, tiene tanta garra y una apariencia tan apabullante que se come la pantalla, como cuando pide que la “rieguen”
Antonio Banderas hace un personaje muy complejo; totalmente obsesionado con Pablo, pierde la noción de lo que es el bien y el mal: tan solo quiere que sea suyo.
La escena final, con Antonio cantándole a Eusebio Poncela “Lo dudo” frente al balcón (como siempre, las canciones dicen muchísimo en las películas de Pedro) , sabiendo que esa va a ser su última noche juntos, pone los pelos de punta.
Todas las películas de Almódovar tienen referencias culturales, y en este caso usó La voz humana de Jean Cocteau; tan contento quedó de como lo había hecho Carmen, que el famoso monólogo le dio la idea para Mujeres al borde de un ataque de nervios. Además, la escena de Tina en el confesionario es la historia que usó años mas tarde para la injustamente menospreciada La mala educación
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PAPA, QUIERO SER ACTRIZ




Gregory La Cava es una de los grandes directores de comedia injustamente olvidados, como Preston Sturges o Mitchell Leisen; La Cava tiene obras como Al servicio de las damas, todo un clásico de la comedia americana, pero hablemos de mi favorita, Damas del teatro.
Katharine Hepburn interpreta a Tony Randall, una joven e inteligente chica rica que decide dejar su cómoda vida para dedicarse al teatro, y va a una residencia donde viven varias chicas con la misma ilusión que ella: trabajar sobre un escenario. Hará una apuesta con su padre: si no consigue triunfar en un año, lo dejará. Ella está tan segura de si misma que da por sentado que sabe actuar, cuando en realidad no es así, hasta que un suceso trágico le haga reflexionar y deje de ser tan reflexiva, limitándose a sentir. Tan solo por la manera de coger unas flores, sabemos que Tony ha cambiado, y cuando diga la histórica frase “Los lirios han florecido de nuevo” vemos que ha nacido una gran actriz... y el público ya puede empezar a preparar el pañuelo.
Ginger Rogers es Joan Mailand, la típica chica que ha crecido en las calles, mas lista que el hambre, que tendrá que compartir su habitación con ella. Las dos son tan distintas que desde el primer momento se enfrentarán en una guerra verbal constante ( una pequeña muestra: “ Espero que no te importe que sepa usar el cuchillo y el tenedor “ “- Tan solo necesitarás el cuchillo”).
A Kate le divierte el comportamiento de sus compañeras, especialmente el de Joan, pero ellas la rechazan por considerarla demasiado estirada, aunque finalmente acabarán aceptándola, pero considerándola un poco “peculiar”.
Los diálogos son soberbios, de los de quitarse el sombrero, y las dos protagonistas están perfectas, consiguiendo una estupenda química .El resto de las chicas de la residencia también merecen la atención, ya que son Lucille Ball, Eve Arden y Ann Miller, antes de ser famosas, pero demostrando su talento con magníficas frases a las que saben sacar todo el provecho.
Adolphe Menjou es el típico productor que se aprovecha de las chicas con ganas de ser famosas, y es que en esta cinta los hombres siempre significan algo: son la posibilidad de una cena gratis, conseguir un papel, escapar de ese mundo o vengarte de tu enemiga. Lo siento, muchachos, en esta ocasión os toca hacer de hombres objeto... y eso que la película es de los años 30 !
Se mezcla perfectamente comedia y drama, pasando del uno al otro en un instante, mostrando lo dura que es la vida para todas esas mujeres, que no pierden la esperanza y siguen luchando por su sueño, pero no pierden el sentido de humor y saben el valor de la amistad. Algunas triunfarán, otras se darán por vencidas, otras no pararán de intentarlo... el espectáculo debe continuar.
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LA MAYOR JUGUETERÍA DEL MUNDO



Este es un post pelín personal. Oséase, que va a ser tamaño extra-large con doble de merengue. Os voy a hablar del primer recuerdo de cine que conservo. Posiblemente “La guerra de las galaxias” no es la primera película que vi en sala grande, pero sí la primera chispa de fascinación cinéfila que me viene a la memoria. Debía de tener, pues eso, calculad vosotros mismos. Está bien, lo haré yo... Alrededor de los seis años. Qué guapo era, qué monada-crío-lanariz-desupadre-tiene. Recuerdo que mis padres me llevaron a un cine desaparecido hace ya mucho tiempo, en una galax... leche, que me pierdo. Estaba situado en pleno Paralelo de Barcelona, al lado del Teatro Apolo. Cine Nuevo, se llamaba la sala, y era enorme, o al menos a mí me lo pareció en aquel momento. Una de esas salas que ya casi se han extinguido. Revivo como si fuese hoy mismo las sensaciones que me produjeron las fanfarrias iniciales; la primera escena que se recorría, desde abajo, el inacabable destructor imperial, el estruendoso ruido que emanaba de las explosiones y los vuelos de los cazas (nos tuvimos que sentar justo al lado de un altavoz... creo que mis oídos aún no se han recuperado del todo... ¿alguien me llama?) ; ese héroe impoluto, blanco nuclear, con su valentía, su sable-láser y su princesa a cuestas. Tito Lucas me poseyó, me violó sin miramiento, y durante varios años fui suyo y sólo suyo, enfrascado en el universo que había ideado para mí (porque era sólo para mí...). Por desgracia, cuando llegó la Trilogía II yo ya había entregado mi alma a Scorsese, Kubrick y Tarantino, y mi cinismo vital no pudo soportar a Jar-Jar Binks. No te perdonaré nunca la Segunda Trilogía, George. Hiciste que me tropezara de bruces con mi madurez.

¿Se puede someter a la crítica convencional una leyenda? ¿Están sujetos los mitos al análisis estrictamente cinematográfico? ¿Se puede dictaminar objetivamente sobre, pongamos por caso, “Casablanca”? La respuesta es cristalina: yo SÍ puedo. Es lo que tiene la Magnificencia del Saber Cinéfilo (algo así como la Fuerza en la crítica de cine) (estos no son los androides que buscáis...). Así que vamos a por el “Episodio IV”, porque si no acabaré poniéndole prólogo y notas a pie de página al post. Dale, marcbranches.

“Star Wars” no es sino “El Señor de los Anillos” de George Lucas. Ni más ni menos. Mundos inventados, géneros mezclados (no agitados), nombres imposibles... No descarto que el LSD también tenga algo que ver con tamaño torrente de imaginación. El caso es que tito Lucas, un buen día, consigue financiación para rodar la primera parte de su alucinación; y se da cuenta de que se va a gastar mucha pasta en los efectos especiales. Así que contrata para los protagonistas actores más bien desconocidos (a Harrison Ford de aquella sólo le conocían en las casas donde hacía las chapuzas de carpintero...) que, desde luego, no le garantizan solvencia interpretativa. Y, vista la película chorrocientas veces, hay que asimilar de una vez por todas, que, efectivamente, no se la dan. Con excepción de Harrison, que asume con naturalidad el chulopo intergaláctico que le ha caído en suerte, ni Carrie Fisher ni Mark Hamill ofrecen demasiada traza a la hora de recitar sus, por otro lado, imposibles diálogos (a Lucas nunca le ha gustado escribir diálogos. Para él es un engorro, lo ha reconocido públicamente. Debe de creer que todo se puede expresar con onomatopeyas y sonidos láser). Sin embargo, al Gran Creador le caen del cielo dos regalos: uno, la bendita inspiración que le permite crear personajes extraordinariamente carismáticos que consiguen anular esas carencias (luego hablaremos del number one) ; y dos, Alec Guiness. El veterano Sir, ya de vuelta de todo y con el piloto automático puesto, consigue hacer de un personaje de apenas quince minutos reales en pantalla el auténtico motor espiritual del film (y de la trilogía). Gracias, Sir Alec, por Obi Wan Kenobi: el personaje es usted. En cuanto al regalo número uno, aparte de los protagonistas y el abuelo Alec, habría que añadir a los que han convertido por derecho propio en el Gordo y el Flaco del cine de ciencia ficción. Por descontado, hablo de esos dos robots comprados por el tío de Luke en el top-manta de los jawas: C3PO y el inolvidable R2D2, un androide que sin entender un pijo de lo que dice consiguió enamorar a todo el mundo (su encanto ha sobrevivido, incluso, a la segunda trilogía...). Todos estos personajes se encuentran envueltos en un pastiche de géneros (western, buddie movies, romanos, piratas, medievales... La lista es interminable) que bordea constantemente el ridículo sin llegar a él en ningún momento. Un ritmo endiablado y muy natural de acción, sin perder el paso y sin dar tiempo a la aspiración-expiración y unos efectos especiales espectaculares e innovadores contribuyen de igual manera al chorreo de kilométricas colas que se producen en los cines de todo el mundo para no perderse el acontecimiento del año. Y no, no me olvido de nadie...
Alguien dijo una vez que cuanto mejor sea el villano, mejor es la película. Si el silogismo es cierto, “Star Wars” es inabordable en lo alto del podio. Darth Vader. El malo más maloso de la Historia de la Perversidad. Todo en él es un regalo para los sentidos. El inquietante casco, el traje negro (pero negro-negro...), la mítica respiración mecánica (todos la hemos imitado a través de un cucurucho de papel. Todos.) , esa omnipotencia que le permite ahogarte con un simple ademán... En este “Episodio IV” es el Vader más puro. Luego ya empieza el culebrón yo-soy-tu-padre-dámaso-carlos y la cosa se complica, pero en esta película es la Maldad Absoluta.

Sin embargo, ninguno de todos estos, con ser importantes, son el descubrimiento fundamental de Luquitas. Este es, sin ningún género de dudas, el merchandising. Fabricar muñequitos a tutiplén, metérnoslos por los ojos a través de atiborrar las jugueterías, de anuncios y cereales y pillarse una buena comisión (esto es un comercial y lo demás son tonterías). Así te aseguras una horda de frikis idiotas y con cierta solvencia económica que se dejarán la paga semanal en tus juguetes y que irán disfrazados a los sucesivos estrenos. Y luego te compras un rancho y le pones de nombre el apellido de un personaje tuyo... Eso es vida.

Sí, vale, jefa, me ha quedado largo el post. Cierro el chiringo... por hoy. Tened claro, jóvenes padawanes, que comentaré las otras dos partes de la Santísima Trilogía un día de estos (o de aquellos). En cuanto a la Trilogía 2.0...

Como La Novia me venda de una vez su katana (sí, ya sé que una Hattori Hanzo no tiene precio, pero prueba a ponerle uno, leche) me va a explicar a mí cuatro cosas tío George sobre los dfhsdjsweycx midiclorianos...
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LA SEDUCCION DE LA PERVERSION




Ha habido varias versiones de Las amistades peligrosas una de Roger Vadim del mismo título con Jeanne Moreau y Gérard Philiphe, otra de Milos Forman, Valmont, con Colin Firth y Annette Benning, hasta incluso hay una versión para teenagers , Crueles intenciones, con Reese Whiterspoon, y la de Stephen Frears; sin duda esta última es la mejor.
La película comienza con madame de Merteuil y Valmont siendo cuidadosamente acicalados por sus criados: empolvados, peinados, vestidos.... listos para el ataque; sin embargo acaba con la madame desmaquillándose sola... muy revelador
Fabulosas interpretaciones del trío protagonista, realmente insuperables.
Madame Isabelle de Merteuil (Glenn Close) es la que tiene las cosas mas claras desde el principio: para ella el sexo no es mas que la manera de conseguir el poder .... y ella siempre ha de ser ganadora; por eso no soporta que un amante la abandone y es la primera en darse cuenta que Valmont se está enamorando de madame Tourvel, pero es muy inteligente y sabe como manejar a la gente, de modo que sabe que lo que le sugiera servirá para separarlos.
Valmont (John Malkovich) es un seductor nato, demostrando que no hace falta ser un guaperas para ello, y no se da por vencido hasta conseguir la mujer que desee. Considera a Isabelle su igual, y por eso habla con ella con absoluta libertad. Claro que tendrá que hacer algún sacrificio, como acostarse con Uma Thurman, pero nadie ha dicho que la vida de un libertino sea fácil. Es mas, curiosamente en esta película cada vez que una pareja se mete en la cama (por decir un sitio) siempre es porque tiene algo pensado (venganza, reto, coacción...) En esta particular partida de ajedrez que se llevan entre manos madame y Valmont, Cecilia, Danceny o madame Tourvel no son mas que fichas que ellos mueven a su antojo, según su convenciencia.
Glenn Close y John Malkovich son tan perversos, tan amorales, que verlos juntos es como contemplar a dos serpientes frente a frente hablando sobre sus próximas víctimas antes de hipnotizarlas; pero aún así tienen un enorme poder de fascinación. Cuando Isabelle le declare la guerra a Valmont, sabemos que la cosa no puede acabar bien; es mas, con gente tan retorcida y decadente, no es de extrañar que estallara una revolución... ¿o no sería quizás tal vez el pueblo querría pasárselo tan bien como ellos?
Escenas como las de Glenn Close descendiendo del carruaje y abriendo los brazos , mas falsa que una moneda de tres euros, o el final de Valmont sobre la nieve manchada por la sangre, destacan por el buen gusto que se hace de la ambientación, vestuario y fotografía.
¿Realmente Valmont se ha enamorado de madame Tourvel? La verdad es que no podría asegurarlo, aunque no cuesta nada enamorarse de una mujer tan adorable como Michelle , pero creo que lo que en realidad le atrae de ella es su total entrega a él, y que como Casanova o Don Juan, de quien está enamorado es de si mismo.
Querido monsieur Valmont:
Espero que disculpe la falta de inspiración de mi carta, aunque tal vez sea debido a que - a diferencia de usted- no uso sus escritorios ¿podrá perdonarme? No he podido evitarlo.
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PERO TÚ, ¿ENTINTAS O CALCAS?



Seamos coyunturales. Aprovechando el estreno de “Clerks 2” en España, vamos a echar una miradita a la que es, por aclamación, la mejor película de Kevin Smith: “Persiguiendo a Amy”. Este film nos ofreció la esperanza de que el sr. Smith alcanzaría la madurez cinematográfica antes de lo previsto. No sé si por fortuna, esto, hasta el día de hoy, no ha sido así. Creo que habría que dejar algo muy claro, antes de nada: Kevin Smith NO es un buen director de cine. En general, en sus filmes, no se aprecia demasiado interés por el encuadre, la fotografía, el montaje, etc. A mí me parece que a Smith el cine no le gusta demasiado, o por lo menos no es un cinéfago. No es Tarantino, vamos. Me da la impresión de que se siente más cómodo escribiendo guiones, o incluso en otros ámbitos, en especial el cómic. O quizás donde más confortable se siente es en el salón de su casa, con sus amigos, charloteando intrascendentemente sobre cualquier tontería que se les ocurra. En “Persiguiendo a Amy” es donde más se parece Smith a un director de cine, donde más esmerado se muestra. Y hay ejemplos que lo demuestran a la perfección. Vamos por ello, que se nos hace tarde.

“Persiguiendo a Amy” está inspirada por la relación personal de Kevin Smith con Joey Lauren Adams (Alyssa en el film), en la que al parecer el realizador neoyorquino tenía problemas para aceptar el pasado, digamos, disperso (!!!) de su novia. Nada mejor que hacer una película y darle a ella el papel protagonista para exorcizar demonios (mejor eso que la “solución Holden” del final de la peli...). Ambientada en el mundo comiquero que tan bien conoce Smith, el protagonista es Holden McNeil (Ben “porfinmandaounpremio” Affleck), un dibujante que está teniendo cierto éxito junto a su entintador Banky Edwards (excelente Jason Lee) gracias a una serie que se basa en, mirapordonde, Jay y Bob el Silencioso (nota aparte: la escena en la que Jay “homenajea” “El silencio de los corderos” en “Clerks 2” es... es... mejor vais a verla. Impagable). Aquí ya podemos señalar que la relación de los dos amigos es como otras que se muestran en la cinematografía de Smith: colegas antitéticos (uno de ellos siempre es el mastuerzo gracioso, el otro intenta parecer un tipo responsable y políticamente correcto, y enfatizo "intenta") que en el fondo se quieren mucho (de un modo heterosexual, claro...) (¿o no?). Desde la pareja Dante-Randall de ambos “Clerks”, pasando por los Brody-T.S. de “Mallrats” o, por supuesto, Jay y Bob el Silencioso, mr. Smith siempre ha tenido en gran estima este concepto de amistad gamberra pero auténtica, noblota, muy masculina. De hecho, “Persiguiendo a Amy” es una película con un punto de vista enteramente masculino, en el cual además no salimos muy bien parados precisamente. Bien, el caso es que Holden conoce a una dibujante alternativa, y se arma el cacao. Porque el tipo se enamora perdidamente de ella, lo cual no es un problema, excepto por el hecho de que ella es lesbiana. Así que esconde sus sentimientos y se hacen amiguitos. Muy amiguitos. Hasta tal punto que, en la que probablemente es la mejor escena filmada hasta ahora por Kevin Smith, Holden le dice a Alyssa que la quiere en el coche, bajo una violenta lluvia, en un discurso que pone los pelos de punta por su autenticidad. Increíblemente, Alyssa también se enamora de él, pero las cosas no van a ser fáciles. En primer lugar, por el rechazo de Banky, que en una mezcla de celos y lucidez va pinchando continuamente a Holden. Tampoco a Alyssa se lo ponen fácil: sus amigas la abandonan al descubrir, oh-cielos, que sale con un hombre (el mundo al revés: las lesbianas también tienen prejuicios sexuales...). Y en tercero y definitivo, Holden descubre que no es, ni mucho menos, el primer hombre con el que ha estado Alyssa. De hecho, la frase “tres son multitud” no se escribió pensando en ella... Holden no aguanta el pasado de Alyssa, y sus prejuicios y obsesiones explotan en otra magnífica escena en la que la clave es el montaje entre el partido de hockey que están viendo y el interrogatorio escasamente sutil al que Holden somete a Alyssa. Hasta que esta explota, y los sentimientos se desencadenan...

A pesar de todo lo dicho, no faltan, ni mucho menos, las constantes del cine de Kevin Smith. En particular, las autorreferencias (Alyssa y Holden descubren en una de sus conversaciones que conocen el QuickStop, la tienda de "Clerks", y a personajes de sus anteriores filmes) y, por encima de todo, los desternillantes diálogos. Difícilmente escribirá Smith algo tan descacharrante como la conversación de Lisa con Banky en el bar musical, recién descubierta su identidad sexual (-“O sea, que para ti, follar es penetrar, dentro-fuera, sin notar la cara de aburrimiento de la chica”. -“¡Eh, que yo SIEMPRE noto la cara de aburrimiento de la chica!”), comparando “heridas de guerra”. O la digresión alrededor de la opresión blanca sobre la comunidad negra en la Santísima Trilogía (Luke Skywalker, ese icono nazi, tan rubito y tan blanquito) que hace ese extraordinario personaje, Hooper X (Dwight Ewell), dibujante de color y gay que necesita adoptar el papel de activista negro para vender más cómics... Hooper X es, en sí, toda una crítica a un modelo de cultura.

Parece que Kevin Smith ha decidido volver a la casilla de salida, después de su execrable “Jersey girl”, para, quizás, intentar nuevos retos. O quizás no. Quizás tan sólo prefiera sentarse en un bar con los colegas y decir chorradas sobre, pongamos por caso, “El señor de los anillos”. Yo, por lo menos, estaré aquí para escucharlas.
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ALABAMA SABE A CHOCOLATE




Y de nuevo, por casualidades del destino, seguimos con los Scott. Tony Scott , para bien o para mal, siempre ha estado a la sombra de su hermano Ridley; la verdad es que no ha hecho ninguna obra maestra como él, pero alguna vez nos da una agradable sorpresa, como en este caso.
Amor a quemarropa , quien sabe si por el guión de Tarantino, es una de esas películas que te engancha a la butaca y te deja buen sabor de boca ( tal vez sabor a chocolate, como dicen que sabe Alabama).
Cristhian Slater es Clarence, un auténtico friki, que se pasa el día en la tienda de comics en que trabaja, lo que es un auténtico sueño para él, ya que le permite pasarse todo el día viendo comics; cuando tiene tiempo libre se engancha a sesiones maratonianas de películas de arte marciales, y a veces se le aparece Elvis (ya se sabe que a los americanos no se les aparece la Virgen, sino el Rey; diferencias culturales, que dicen)
Como regalo de cumpleaños el dueño de la tienda alquila los servicios de una prostituta, Alabama (Patricia Arquette) para que el chico piense que ha ligado, pero las cosas se complicarán cuando ella se enamore de él (viendo el entusiasmo que le provocan las películas made in Honk Hong, no hay duda que están hechos el uno para el otro); decide explicarle la verdad, y entonces él se sentirá como el Robert de Niro de Taxi driver (de hecho, hasta viste igual que él) e irá a enfrentarse a su chulo (Gary Oldman) para decirle que le deja y coger su maleta.... y aquí empezarán los problemas.
Diálogos brillantes marca Tarantino, un reparto espectacular, con el camaleónico Gary Oldman , un colgadísimo Brad Pitt o un Val Kilmer al que no se le ve la cara haciendo de Elvis, por no olvidar a Cristopher Walken y Dennis Hopper, que tienen la mejor escena de la película , una de esas escenas por las que mataría algún director: Hooper de espaldas a la cámara, hablando a Cristopher Walken acerca de la descendencia de los sicilianos para fastidiar a su adversario aunque sabe a lo que se está enfrentando; tan sólo vemos la expresión de Walken mientras le está escuchando, sin poder creer lo que oye ("¿me están chuleando, a MI?")
Tampoco falta la violencia, al ser un guión de Quentin; hasta durante un momento varios personajes se apuntan mutuamente, como en Reservoir dogs, y aparece un director de cine que recuerda a Oliver Stone
No sabemos como habría resultado la película si la hubiera dirigido Quentin, desde luego habría resultado distinta, pero sin duda es la mejor adaptación de un guión suyo; el reniega de ella, aunque se siente orgulloso de la escena siciliana..
Yo diría que la pareja Clarence-Alabama es un cruce entre la de Asesinos natos y la de Sailor y Lula de Corazón salvaje, y al final te gusta que acaben bien juntos ¡ es tan bonito el amor!
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EL TALENTO DE MRS. RIPLEY



Parece que por estos lares nos gusta Ridley Scott. Por supuesto. El tipo es uno de los indiscutibles de los ochenta, padre-paridor de algunas de las obras cumbre del cine fantástico y del otro. Alice le Directrice habló en su momento del clasiquísimo “Blade Runner”, cuya estética ha sido fusilada tantas y tantas veces; y yo hoy voy a comentar “Alien”, cuya estética ha sido etc, etc. Antes de nada voy a dejar claro que no voy a referirme a ella por su título español (un día habrá post de homenaje para los encargados de bautizar los filmes en nuestro idioma: hay algunos para enmarcar), puesto que es absolutamente erróneo. ¿Cómo que “el octavo pasajero”? Todos habéis cantado como yo la “canción del Ocho” del correspondiente capítulo de Barrio Sésamo, así que, niños y niñas, contemos: Dallas + Ripley + Lambert + Brett + Kane + Ash + Parker + el alien + EL GATO (el gato, sí. Y además no es el último personaje en importancia ni mucho menos: por culpa de él nos llevamos tres o cuatro sustos del copón bendito) hacen... creo que tengo suficientes dedos... y si Supercoco no andaba errado... NUEVE. Y eso que no cuento a Madre, el computador ZX Spectrum que conduce la nave y no da ninguna respuesta a las preguntas que se le hacen (como si fuera un psicólogo argentino). Nueve. Cagüenlospecesdecoloresvivos. Vamos con el okupa de las galaxias.

Ridley Scott venía de filmar tan sólo un largo, la excelente “Los duelistas”, cuando se volcó en un proyecto basado en un cuento de Dan O´Bannon y Ronald Shusett llamado “Star beast”, cuyo desarrollo como guión fue vendido a una productora en la que, entre otros, estaba Walter Hill, el cual lo reescribió y vendió a la Fox. Empieza con él la caterva de colaboradores de prestigio que dan lustre y explican, en parte, que consiguieran crear un icono cinematográfico de esta naturaleza. Veamos. Moebius diseña los trajes espaciales, Carlo Rambaldi el disfraz del alienígena, Ron Cobb (que procedía de participar en los diseños de “Star Wars”) la nave Nostromo (con la referencia dada, se puede entender por qué la nave en la que huye Ripley al final es tan similar al “Halcón Milenario”), y... Por supuesto. H. R. Giger. El auténtico padre de la alimaña. Sin él no habría mito, por supuesto. Pero tampoco sin tito Ridley, quien pergeña el primer thriller con bichardo moco-viscoso de la historia del cine (o uno de los primeros, para ser más exactos: las referencias directas de “Alien” son “It!”, una cosita de la United Artist de 1958; y “Terrore nello spacio”, de Mario Bava, hecha 14 años antes, basada en un cuento de un autor italiano que incluso llegó a amenazar a la Fox con una demanda por plagio). ¿Cómo consigue Scott llevar “Alien” a la categoría de clásico del “fantastique”? Vamos por partes.

En primer lugar, por supuesto, la estética. Partiendo de una asepsia ornamental hija-putativa de “2001” al inicio de la cinta (blancos nucleares, recintos espaciosos, la única banda sonora es el ruido de fondo de los motores de la nave), progresivamente iremos observando cómo esas amplitudes van menguando (esos pasadizos y conductos opresivos) y los colores y las formas se van oscureciendo. Es un futuro inodoro, incoloro, insípido, astroso y grasiento. Nada de astronautas limpitos y aseados. Aquí hay currelas con mono que no mueven sus baqueteadas nalgas si no se les paga y naves que necesitan una buena ITV. Por otra parte, la música de Jerry Goldsmith aparecerá en todo su esplendor en los últimos veinte minutos del film, ya con Ripley y Alien frente a frente.

Por otra parte, hay que señalar que Scott presenta una estructura de thriller-diez negritos-con bicharraco a bordo que funciona como un reloj (y que se convierte en base argumental atrofiada de todo “Viernes 13” o subproducto que se precie). El realizador británico se muestra extremadamente hábil al no dar, desde un principio, importancia a un personaje por encima de otro (a pesar, o quizás debido a, el casting: Tom Skerrit, Ian Holm, Harry Dean Stanton, Veronica Cartwright y John Hurt, aparte de Sigourney Weaver, off course). Desde una estructura coral, el guión (bueno, el bichardo) va cargándose uno a uno a los personajes sin que sepamos bien quién va a ser el siguiente, y quién va a ser el héroe de la película... si es que va a haber alguno. Sólo con la muerte de Dallas vamos dándonos cuenta de que aquí la que partirá el bacalao va a ser la teniente O´N... esteeee, Ripley (¿en qué estaría yo pensando?). Esta se convierte en la primera heroína de acción icónica de la historia del cine, mostrando un carácter y un arrojo hasta entonces sólo reservado a los héroes clásicos masculinos, pero con el verismo que ofrece el toque de fragilidad femenino. Y el toque erótico: las imágenes de Sigourney en bragas forman parte del muestrario lúbrico que encendió a los adolescentes-onán de la época.

Como todo el mundo sabe, se han realizado tres secuelas de esta mítica película, las cuales, en el peor de los casos, han mantenido la dignidad del producto. Cosa que no pueden decir la mayoría de las secuelas. Por desgracia, no parece que Sigourney Weaver esté muy dispuesta a repetir personaje por cuarta vez (ni falta que le hace: su carrera es de una solidez a prueba de sangre de alien). Pero en Hollywood nunca se sabe.

Por si acaso, recordad que en el espacio nadie puede oír tus gritos...
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DESCARTES DE BILLY WILDER




De vez en cuando vale la pena ver cosas curiosas, como ya hicimos con el video de Kevin Smith; ahora le ha tocado el turno a Billy Wilder, y podemos ver la prueba de Walter Matthau para La tentación vive arriba, el comienzo original de El crepúsculo de los dioses, o una escena eliminada de La vida privada de Sherlock Holmes. A disfrutarlas.

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EL INCREIBLE SR. MERRICK




La primera pregunta que nos viene a la cabeza es ¿esta es una película de David Lynch? No necesita un manual para entenderla, como Mullholland drive, ni tiene los excesos de Corazón salvaje; es de época y en blanco y negro (vale, ya se que Eraserhead tambien lo era); pero aún así se nota que es de Lynch por su amor por los monstruos y por su manera de conseguir atmósferas: una Inglaterra victoriana llena siempre del humo de las máquinas de las fábricas (maravillosa fotografía) y ruidos mecánicos; es el comienzo de la Era Industrial, y las máquinas sustituirán al hombre; curiosamente, la película trata de una persona que lucha por ser reconocido como hombre.
El desafortunado John Merrick vivió en realidad; nadie puede imaginarse lo mal que lo tuvo que pasar este pobre hombre, porque no podemos ponernos en su lugar, aunque podamos compadecerle. Su deformidad hará que lo exhiban en las ferias como un freak hasta que un doctor lo encuentre y lo saque de allí, encargándose de él.
Son muy interesantes las personas que se hacen cargo de el llamado “hombre elefante”; el dueño de la feria lo trata de una manera despiadada, pero sin embargo sabe que le necesita (no en vano le llama “su tesoro “ -¿que hacía Gollum por allí?-). El doctor que interpreta Anthony Hopkins también se dedicará a exhibir públicamente a Merrick, aunque solo a los médicos y en lugar de en una barraca asquerosa en una aséptica sala de hospital, pero la diferencia está en que lo respeta... aunque tal vez las diferencias entre uno y otro sean menores de lo que nos parece.
John Hurt consigue transmitir un montón de sentimientos a través de sus kilos de maquillaje. Si en Yo, Claudio su soberbio Calígula era un monstruo con apariencia humana, en El hombre elefante su John Merrick es un hombre con apariencia monstruosa, pero sensible, capaz de apreciar mejor que nadie la belleza y consciente que su aspecto implica soledad. Aún así, hay una cierta elegancia en sus movimientos. Es realmente desgarrador su grito de “ No soy un animal.... soy un ser humano !” cuando una multitud se pone a insultarle, perseguirle e intentar pegarle ¿Quien es el monstruo, él o el resto de la sociedad?
El final es precioso, una curiosa mezcla entre final feliz : tras haber asistido al teatro a ver una obra , acompañado por quien cree sus amigos, donde ha sido aplaudido y homenajeado por todos, acaba por fin la maqueta que estaba construyendo durante mucho tiempo. Ha sido un día perfecto, sabe que probablemente no se vuelva a repetir, y quiere acabarlo sintiéndose por una vez como un hombre “normal”, durmiendo sin tantas almohadas como de costumbre, sabiendo perfectamente las consecuencias.
Lynch normalmente suele presentar un mundo en apariencia perfecto, de bellos colores y gente guapa... pero que esconde un montón de perversiones de todo tipo, como en Blue velvet o Twin peaks; John Merrick es ese lado oscuro que la gente no quiere ver porque no quieren admitir que forma parte de ellos. Tras su comienzo con Eraserhead, algunos podrían pensar que se había dulcificado... pero, una vez mas, las apariencias engañan.A pesar de que estuvo nominada para el Oscar, se lo llevó una película mucho mas “digerible” para el americano medio: Gente corriente.
Pobre John Merrick, quien le iba a decir que su esqueleto podría haber acabado perteneciendo a Michael Jackson! (ese si que es un auténtico freak!)
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LUZ DE LORENZO



Hablemos de Medem. Julio Medem es uno de los directores con más seguidores entre la comunidad cinéfila de este país, en especial entre el batallón femenino (feministas bajen las bayonetas, lo digo sin retintín) (=dos veces Tintín). La sensibilidad y el arrebatado romanticismo que Medem desprende en sus films, en particular en los dos últimos (de ficción, digo... De “La pelota vasca” no hablo si no es en presencia de Rubalcaba) , y su querencia por el significante además del significado, han hecho que tenga una horda de auténticos devotos. Medem es, quizás, el mayor esteta del cine español, y “Lucía y el sexo”, rodada enteramente con cámara digital, es una nueva muestra. Cineasta empeñado en situar sus historias por encima de lo terrenal, perseverante en demostrar que la magia se encuentra entre los recovecos de nuestra vida diaria, el realizador guipuzcoano muestra en “Lucía y el sexo” sus virtudes y defectos de manera amplificada respecto a sus anteriores obras. Para mi gusto, nos encontramos ante un film más elaborado e intrigante que “Los amantes del círculo polar”, pero menos arriesgado que “Vacas” o la excelente “La ardilla roja”; en definitiva, inferior a la que es para mí su mejor obra: “Tierra” (y ahora podéis lanzarme todo tipo de vegetales). Entre sus bondades destacaría un buen manojo de escenas bellísimas, imposibles de presenciar en films de cualquier otro director patrio (e incluso español) (chascarrillo dedicado a Federico Jiménez Losantos) : pienso en la bellísima escena que representa la muerte de la hija de Elena (Najwa Nimri), en la que vemos a la niña buceando en la isla (centro del relato) hacia una sirena que no es sino su madre, quien la abraza muy dulcemente; o el encadenado desde la luna llena, preciosa, que ha iluminado el polvo entre Lorenzo (Tristán Ulloa) y Elena hacia la prueba de embarazo positiva de esta última, y desde esta hacia el ojo de Elena del que parte una lágrima que cae encima de dicha prueba. También es muy destacable la fotografía de Kiko de la Rica, quien posteriormente se volvería a lucir en el impecable tono sepia-setentero de “Torremolinos 73”; la estampa blanquecina, saturada incluso, de la isla, nos sitúa en una localización onírica muy acorde con lo que nos quiere mostrar Medem: la isla de Lorenzo es una suerte de paraíso, es un final feliz por sí mismo, al que van a parar irremediablemente todos los personajes de este cuento. Ya a nivel más personal, resaltar el tratamiento del sexo que hace Medem en este film, ofreciéndonos varias versiones de lo que puede significar el mismo. Vemos como Lorenzo y Lucía (Paz Vega, como si no lo supiérais) se entregan el uno al otro a través de un sexo espontáneo, enamorado, experimentador y muy libre; por otra parte, el polvo furtivo de Lorenzo y Elena, condicionado por sus circunstancias (no se conocen de nada, es el cumpleaños de él), y que será recordado por el primero como uno de los mejores de su vida; más allá, la visión más prosaica, endurecida, perversa y provocadora del sexo que representa Belén (Elena Anaya), y que, casualidad o no (se admiten apuestas, yo voto no), trae consigo la tragedia principal del film. Por último, la densidad simbólica de la película, que casi obliga a verla varias veces (ahora que pienso, no sé si esto realmente es una cualidad...) : Lorenzo (o el sol) padre de Luna, Lucía con la cancioncita (un-rayo-de-sol-güo-oh-oh/ en-mi-corazón-güo-oh-oh), la isla-refugio desde un punto de vista jungiano (y que, además, se puede recorrer por debajo, es decir, no tiene ataduras con el mundo), el agujero como camino al mundo real (y el mismo agujero junto al faro como evidente símbolo fálico).... Buf-buf, cuánta intensidad.

Situémonos en el debe de la película. Por una parte, uno de las carencias más significativas de Julio Medem (recordar que, ay, es él mismo el guionista de sus películas) es sin duda su discutible talento para los diálogos. Necesita urgentemente un par de clases de Juan José Campanella o Adolfo Aristarain, por poner un par de ejemplos extremos. Esta carencia se muestra durante toda la filmografía del cineasta, y “Lucía y el sexo” no es, por descontado, una excepción. Los personajes de Medem hablan como si cada frase que dicen fuera la última que se va decir en la historia de la humanidad, tan desesperadamente trascendentes que a veces bordean el ridículo. Esto afecta sin duda a la otra gran falla del film, y aquí agradeceré que se me lancen tomates frescos, que hoy no he podido ir al Condis: el reparto actoral. Sí, sé que la criticología oficial ha coincidido en establecer esta película como rampa de despegue de la neodiva Paz Vega (la cual, sin ánimo de acritud, debiera empezar a pensar menos en coleccionar portadas de revistas de moda y más en relanzar una pelín atorada carrera cinematográfica) . Seguramente lo fue, pero su actuación dista de merecerlo, probablemente en parte por culpa de la carencia a) ; su Lucía no transmite la fuerza necesaria, no emociona, de tal manera que acaba viéndose absorbida por la energía de la sensacional Najwa Nimri, la cual sí se ganó a pulso su Goya a mejor Actriz de Reparto. Tristán Ulloa, por su parte, reafirma su status de sosoman oficial del cine nacional, formulando un personaje a remolque permanente de los acontecimientos. Elena Anaya, finalmente, cumple con su papel de calorífera y perversa inspiración para la escritura de Lorenzo (la escena de la masturbación ante la visión de una película porno de... su madre, además de una bicoca para convenciones de psiquiatras, es una de las más turbadoras del cine español contemporáneo) (ojo al juego de palabras) ; pienso que, sin embargo, ha tenido papeles mejores.

En definitiva, una película que, al fin y al cabo, recaudó más que las cuatro anteriores de Medem y que le acabó de llevar al podio de directores más seguidos de nuestro cine. Julio, si tus personajes hablaran como personas, ya estarías en el Olimpo...

Lucía, allá en su isla.
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SER O NO SER LUBISTCH




He aqui el dilema. Ser el maestro de la comedia o ser Mariano Ozores, o tal vez uno de los hermanos Farrelly La opción puede ser difícil para algunos, pero hay algo claro: nadie tendrá la elegancia, malicia e inteligencia que Ernst Lubistch, el único que se le acercó fue Billy Wilder.
To be or not to be nos demuestra como se puede ironizar sobre temas serios, sin que por ello pierdan nada de mordacidad, y además tiene el mérito de haberse hecho en el momento adecuado; no está de mas recordar que estuvo prohibida en España durante varios años.
Hitler, a quien presentan como un “hombrecillo con bigote que es vegetariano, pero a veces se salta la dieta y se come países enteros”, es el personaje sobre el que giran todos los apuros de un grupo de teatro en una Polonia ocupada.
Joseph Tura (genial Jack Benny) , el “gran, gran actor polaco”, con un ego que solo es ganado por sus celos, se verá implicado en un asunto de espionaje a causa de un admirador de su mujer, Maria (la divina Carole Lombard); pero no deja de ser actor, y no podrá evitar intentar lucirse haciendo los papeles que le tocará interpretar ante la Gestapo.
Los nazis se nos muestran siempre intentando demostrar su fidelidad al Führer, y en caso de error intentando echar las culpas al inferior inmediato (el siempre socorrido Schulz)
Hay gags geniales, que se alargan de una manera increíble, cuando parecía que ya habían llegado al punto mas alto, en una constante demostración de “mas difícil todavía”, que muy pocos saben conseguir; como cuando Jack Benny encuentra al intocable Robert Stack en su cama, o cuando lo encierran en una habitación con el cadáver de Silensky, o cuando al final van a rescatar a Maria de los brazos de Ehrharth “campo de concentración” (soberbio Sig Ruman); como toda película de Lubistch que se precie, siempre pasan muchas cosas detrás de una puerta cerrada. Como dice uno de los personajes de la película, “Nunca se ha de despreciar una buena carcajada”; desde luego Lubitsch no lo hizo.
La muerte de Siletsky, que parece de una obra teatral, y el uso que se hace del monólogo de Shylock (que suena tremendamente adecuado para la situación) nos muestra que “todo el mundo es un escenario”. La confusión entre representación y realidad está presente durante toda la película, ya desde el principio mostrándonos a un falso Hitler invadiendo pacíficamente las calles de Polonia, pasando por todos los papeles que tendrá que interpretar en gran gran actor polaco.
Diálogos brillantísimos (“si no vuelvo te perdono lo de Sobinski,... pero si vuelvo es otra cosa “; “salve a mi mismo “ “-cariño, si no volvieras....” ”- (interrumpiéndola) entonces tampoco volvería Sobinski”,...) actores insuperables, director inimitable... una comedia perfecta y valiente.
Como dijo Billy Wilder en el entierro del director alemán "Nos hemos quedado sin Lubitsch. Peor aún, nos hemos quedado sin las películas de Lubitsch".
Como muestra de respeto, eliminaron una escena en la que Carole Lombard se veía dentro del avión de Robert Stack y preguntaba “que puede pasar en un avión?”; ya que acababa de morir en un accidente de aviación cuando la película estaba montándose.
 
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